Pareja desde hace décadas, Leo Chiachio y Daniel Giannone trabajaron en este singular autorretrato entre 2013 y 2019. De hecho, el proyecto surgió cuando en 2013 ganaron el Segundo Premio a la Creación Contemporánea de la Cité de la Tapisserie, de Aubusson, en la región de Lemosin, al sur de París. Esa ciudad lleva siglos perfeccionando la técnica y estilos del gobelino, un arte surgido en el Medioevo.

A partir de un gran dibujo sometido al concurso, hoy exhibido en la Colección Amalita, crearon la versión en telar, alojada en la sede de Aubusson, y esta versión bordada. Es la obra insignia del envío argentino y además fue elegida para ilustrar la comunicación de la Feria.

Una inspiración importante de los motivos selváticos, cuentan los artistas, fue el universo fantástico del cuentista Horacio Quiroga, a quien leyeron en la escuela. “Recuerdo un cuento precisa Leo Chiachio, en que Quiroga crea un flamenco que se ha puesto víboras como medias para así poder picar y envenenar”. 

"La famille dans la joyeuse verdure” es el título en francés del tapiz original, realizado en algodón y lana, de 5 x 3 metros. “Por la palabra joyeuse”, cuenta Chiachio, “que significa feliz en francés, emparentamos la flora con joyas. Por eso algunos animales, como este monito, llevan por collares tulmas andinas de pompones. Jugamos con la idea estereotipada de los europeos sobre una Latinoamérica selvática. Pero es todo lo contrario; no hay muchas representaciones del paisaje tropical en la tradición argentina. Se suele tomar el sur, montañoso y frío, como paisaje emblemático nacional”.

Autorretrato: “Cuando hicimos esta obra, no existía el matrimonio igualitario, así que nos representamos como pareja homoparental”, evoca Chiachio. La pose de ambos es la tradicional para las fotografías familiares y burguesas del siglo XIX, solo que en lugar del heredero aparece Piolín, el salchicha que los acompañó 20 años. Vestidos como caciques guaraníes, Leo y Daniel llevan tocados de plumas, en referencia al arte plumario de Paraguay, y tatuajes vagamente fantásticos. El sofá es el que todavía tienen en casa.

Arriba, la lámpara cita las arañas del Palacio de Versailles, un homenaje al idioma y el gusto francés que marcaban sus dictados a la cultura porteña en su generación. Atraído por la luz, un picaflor de cola larga. Acorde a la leyenda, que atribuye a los colibríes el saludo de amigos desde el más allá, fueron visitados por esos pájaros al día siguiente de la muerte de la mascota Piolín.

La fauna del tapiz incluye un camaleón, mariposas y un flamenco. También una alpaca en reposo, mientras una llama morena asoma; llevan collares de pompones.

Casi todos los animales están humanizados: este monito carayá lleva en el cuello un collar isabelino de piel.

Los guacamayos de Paraguay tienen un tamaño semejante al de los protagonistas del retrato. En esa fauna se destaca un osito de peluche azul, que perteneció al perro Piolín.

Arriba, los voluminosos frutos de la yaca brasilera; fueron objeto de impresiones e intercambios de correos con el artista Jorge Gumier Meier. Hay monsteras, helechos diversos, bananos y coloridas cretonas, sin rigor de taxonomía. Y una profusión de guirnaldas de orquídeas y flores selváticas, que ornamentan el autorretrato ritualizado.

Chiachio & Giannone se apropian de la tradición de las “verdures” francesas –tapices y cuadros de intrincadas superposiciones vegetales y florales– para imaginar y bordar la selva de un
PH porteño, donde una botánica esquemática cobija la intimidad humana velándola a la mirada del vecino. ”Es algo que se ve mucho en BA, los balcones explotan de macetas. Hay una necesidad de recrearse un mundo verde en medio de la gran ciudad”, cuentan. Hay monsteras, helechos diversos, bananos y coloridas cretonas sin rigor de taxonomía. Y una profusión de guirnaldas de orquídeas y flores selváticas, que ornamentan el autorretrato ritualizado.