Angel di María
Título
Título
Sus inicios
Angelito vivía en la calle Perdriel, una de esas calles angostas y con zanjas del barrio conocido como Unión, pero más reconocido como La Esperanza o El Churrasco, oculto en el noroeste de Rosario, muy cerca del estadio de Rosario Central.
Siendo un barrio futbolero por excelencia, los postes de luz y los bordes de las veredas están pintados de azul y amarillo o rojo y negro, dependiendo de quién lo haya hecho primero. Desde temprana edad, los niños y niñas de Rosario dirimen sus preferencias por Rosario Central y Newell's, los dos grandes equipos de la ciudad. De casas bajas, rejas al frente y patios conectados por paredes traseras, la familia de Di María tenía una de las viviendas más humildes de la zona.
En las grandes ciudades, siempre hay un potrero cerca y también un club. El primero al que Di María asistió se llamaba Torito, ubicado en la calle Caminante de los Granaderos. Angelito caminaba esas cinco cuadras con la ilusión y la ansiedad de jugar y divertirse. De ganar, de llegar.
A pesar de su aspecto delgado, la habilidad del joven Di María llamó rápidamente la atención. Tanto es así que unos días después de cumplir 7 años, el 14 de febrero de 1988, se unió a las categorías inferiores de Rosario Central y comenzó a jugar en la liga rosarina el 6 de marzo de 1995. Curiosamente, tres días antes había nacido otro Angelito, Correa, quien crecería a unos 20 kilómetros de distancia en el barrio Las Flores. Messi, con 8 años, ya brillaba en el club Abanderado Grandoli y en Newell’s, un poco más cerca, a 16 kilómetros.
A pesar de la distancia, la economía afectaba duramente a las familias argentinas y los rosarinos no eran una excepción. Miguel, el padre, tenía una carbonería y luchaba todos los días para tener lo mínimo necesario para la subsistencia de la familia, incluyendo al pequeño Ángel y sus hermanas Vanesa y Evelin. Era común que los niños ayudaran a ensobrar los carbones. Para un chico de 9 o 10 años, era como un juego, una diversión. Sin embargo, el delantero recuerda las noches frías y lluviosas que golpeaban con fuerza los techos de chapa de la casa. Era común llegar a la escuela o a los entrenamientos con las marcas negras que dejaba esa tarea.
La mamá, Diana, también salía a vender. Iba en bicicleta con Angelito detrás, una de sus hermanas adelante, un bolso deportivo, algo para comer y las bolsas de carbón para vender en los barrios más difíciles de Rosario. Ya fuera de día o de noche, con frío, lluvia o calor, Diana pedaleaba incansablemente. Era una marca indeleble de sus orígenes que la familia nunca olvidó. Aunque ya no vivan en el barrio, la humilde casa en Perdriel 2066 todavía les pertenece.
Angelito era hiperactivo y un pediatra recomendó a sus padres que canalizara gran parte de su energía en el fútbol. Pero además tenía talento, heredado de su padre. Miguel había sido un gran jugador de fútbol que se probó en River Plate en la década de 1980 y quedó. Cuando regresaba a Rosario, además de disfrutar de la familia, jugaba con amigos en el barrio. Sin embargo, tuvo un accidente, se rompió la rodilla y su sueño de ser futbolista profesional se desvaneció. Siempre hay una lección que aprender. Cuando notó que su hijo tenía un gran potencial, le prohibió jugar en el potrero y mucho menos por dinero.
Flaquito y diminuto, Angelito impresionaba en los torneos de baby fútbol con El Torito. Metías goles a granel. Después de romperla y anotar un par de goles ante los pibes de Central, el entrenador de la categoría del '88 no tuvo dudas y lo reclutó. Durante las conversaciones, ofreció 26 pelotas a cambio del pase del chico. Hubo un acuerdo de palabra, pero las pelotas nunca llegaron. Cuentan que Ángel Zof, el histórico entrenador que tuvo nueve ciclos en Central, aprobó la incorporación de ese niño de seis años. Puede sonar un poco a mitología rosarina, pero lo cierto es que Ángel debutó en Primera a los 17 años, en diciembre de 2005, con Zof como entrenador.
En enero de ese año, hubo una conversación clave en la mesa familiar de la calle Perdriel. Di María, con 16 años, no era tenido en cuenta por el entrenador de su categoría. Además de sentirse menospreciado por comentarios inapropiados para alguien que forma a jóvenes jugadores, era suplente del suplente. El chico estaba preocupado. Tenía tres opciones: trabajar con su padre, continuar estudiando o probar un año más en el fútbol. La intervención de su madre fue decisiva: un año más... y punto final a la discusión. Era enero de 2005. En diciembre, debutó en Primera.
Angelito tuvo un paso fugaz por la Primera de Central. Apenas jugó 39 partidos (6 goles) hasta mediados de 2007.
La Selección
Lo convocaron al seleccionado sub-20, disputó el Sudamericano en enero y el 22 de julio se coronó campeón mundial juvenil Sub-20 en Canadá. Ahí nació su apodo Fideo, que le puso Ever Banega porque era flaquito como un espagueti. De ahí, sin escalas, pasó al Benfica de Portugal. Al año siguiente, formó parte del equipo argentino sub-23 que participó en los Juegos Olímpicos de Beijing, donde ganaron la medalla de oro. En la final, Argentina venció a Nigeria 1-0 con un gol suyo, el primero de los cuatro que marcaría en un partido decisivo con la camiseta albiceleste.
Al igual que Lionel Messi, Di María fue campeón mundial sub-20 y campeón olímpico, pero desde 2008 experimentó frustraciones en la Selección Mayor. Incluso fue duramente criticado por una parte de la prensa y los aficionados debido a sus lesiones recurrentes en partidos importantes. Sin embargo, nunca se rindió.
La trilogía de títulos en 2021-22 lo colocó en un lugar privilegiado en la historia de la Selección. Marcó el gol de la victoria en la final de la Copa América 2021 contra Brasil en el Maracaná, anotó uno de los tres goles ante Italia en la Finalísima 2022 en Wembley y contribuyó con el 2-0 contra Francia en la final del Mundial de Qatar. Después de Messi, es el jugador argentino con más títulos en la historia y el cuarto con más presencias en el seleccionado argentino.
Con la Copa del Mundo en sus manos, Di María sintió que todo su esfuerzo había dado frutos. Valió la pena el sacrificio, los momentos difíciles, las críticas, el apoyo de su familia y nunca rendirse, tal como le enseñaron desde pequeño en la humilde casa de la calle Perdriel, donde comenzó una película con un final feliz.
Fechas en el seleccionado
Debut en Sub 20 10-1-2007, Sudamericano, ante Colombia (1-2). Ingresó a los 10m del ST por Gonzalo Abán. Fue amonestado. El DT, Hugo Tocalli. Primer gol en la Sub 20 16-1-2007, 3-3 con Uruguay. Hizo dos goles
En la Sub 23, jugó directamente los JJOO Debut 7-8-2008, vs Costa de marfil (2-1) Primer gol: 16-8-2008, a Países Bajos (2-1) Gol en la final: 23-8-2008, Nigeria (1-0).
Debut en la Mayor: 6-9-2008, vs Paraguay (1-1). DT: Alfio Basile. Fue titular y jugó solamente el primer tiempo. Primer gol 24-5-2010, amistoso en Buenos Aires ante -Canadá (5-0). Minuto 36, desde afuera cdel área, zurdazo.
Línea del tiempo
Línea del tiempo
Título
Debut en Sub 20
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Debut en Sub 20
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Angelito vivía en la calle Perdriel, una de esas calles angostas y con zanjas del barrio conocido como Unión, pero más reconocido como La Esperanza o El Churrasco, oculto en el noroeste de Rosario, muy cerca del estadio de Rosario Central.
Siendo un barrio futbolero por excelencia, los postes de luz y los bordes de las veredas están pintados de azul y amarillo o rojo y negro, dependiendo de quién lo haya hecho primero. Desde temprana edad, los niños y niñas de Rosario dirimen sus preferencias por Rosario Central y Newell's, los dos grandes equipos de la ciudad. De casas bajas, rejas al frente y patios conectados por paredes traseras, la familia de Di María tenía una de las viviendas más humildes de la zona.
En las grandes ciudades, siempre hay un potrero cerca y también un club. El primero al que Di María asistió se llamaba Torito, ubicado en la calle Caminante de los Granaderos. Angelito caminaba esas cinco cuadras con la ilusión y la ansiedad de jugar y divertirse. De ganar, de llegar.
A pesar de su aspecto delgado, la habilidad del joven Di María llamó rápidamente la atención. Tanto es así que unos días después de cumplir 7 años, el 14 de febrero de 1988, se unió a las categorías inferiores de Rosario Central y comenzó a jugar en la liga rosarina el 6 de marzo de 1995. Curiosamente, tres días antes había nacido otro Angelito, Correa, quien crecería a unos 20 kilómetros de distancia en el barrio Las Flores. Messi, con 8 años, ya brillaba en el club Abanderado Grandoli y en Newell’s, un poco más cerca, a 16 kilómetros.
A pesar de la distancia, la economía afectaba duramente a las familias argentinas y los rosarinos no eran una excepción. Miguel, el padre, tenía una carbonería y luchaba todos los días para tener lo mínimo necesario para la subsistencia de la familia, incluyendo al pequeño Ángel y sus hermanas Vanesa y Evelin. Era común que los niños ayudaran a ensobrar los carbones. Para un chico de 9 o 10 años, era como un juego, una diversión. Sin embargo, el delantero recuerda las noches frías y lluviosas que golpeaban con fuerza los techos de chapa de la casa. Era común llegar a la escuela o a los entrenamientos con las marcas negras que dejaba esa tarea.
La mamá, Diana, también salía a vender. Iba en bicicleta con Angelito detrás, una de sus hermanas adelante, un bolso deportivo, algo para comer y las bolsas de carbón para vender en los barrios más difíciles de Rosario. Ya fuera de día o de noche, con frío, lluvia o calor, Diana pedaleaba incansablemente. Era una marca indeleble de sus orígenes que la familia nunca olvidó. Aunque ya no vivan en el barrio, la humilde casa en Perdriel 2066 todavía les pertenece.
Angelito era hiperactivo y un pediatra recomendó a sus padres que canalizara gran parte de su energía en el fútbol. Pero además tenía talento, heredado de su padre. Miguel había sido un gran jugador de fútbol que se probó en River Plate en la década de 1980 y quedó. Cuando regresaba a Rosario, además de disfrutar de la familia, jugaba con amigos en el barrio. Sin embargo, tuvo un accidente, se rompió la rodilla y su sueño de ser futbolista profesional se desvaneció. Siempre hay una lección que aprender. Cuando notó que su hijo tenía un gran potencial, le prohibió jugar en el potrero y mucho menos por dinero.
Flaquito y diminuto, Angelito impresionaba en los torneos de baby fútbol con El Torito. Metías goles a granel. Después de romperla y anotar un par de goles ante los pibes de Central, el entrenador de la categoría del '88 no tuvo dudas y lo reclutó. Durante las conversaciones, ofreció 26 pelotas a cambio del pase del chico. Hubo un acuerdo de palabra, pero las pelotas nunca llegaron. Cuentan que Ángel Zof, el histórico entrenador que tuvo nueve ciclos en Central, aprobó la incorporación de ese niño de seis años. Puede sonar un poco a mitología rosarina, pero lo cierto es que Ángel debutó en Primera a los 17 años, en diciembre de 2005, con Zof como entrenador.
En enero de ese año, hubo una conversación clave en la mesa familiar de la calle Perdriel. Di María, con 16 años, no era tenido en cuenta por el entrenador de su categoría. Además de sentirse menospreciado por comentarios inapropiados para alguien que forma a jóvenes jugadores, era suplente del suplente. El chico estaba preocupado. Tenía tres opciones: trabajar con su padre, continuar estudiando o probar un año más en el fútbol. La intervención de su madre fue decisiva: un año más... y punto final a la discusión. Era enero de 2005. En diciembre, debutó en Primera.
Angelito tuvo un paso fugaz por la Primera de Central. Apenas jugó 39 partidos (6 goles) hasta mediados de 2007.
La Selección
Lo convocaron al seleccionado sub-20, disputó el Sudamericano en enero y el 22 de julio se coronó campeón mundial juvenil Sub-20 en Canadá. Ahí nació su apodo Fideo, que le puso Ever Banega porque era flaquito como un espagueti. De ahí, sin escalas, pasó al Benfica de Portugal. Al año siguiente, formó parte del equipo argentino sub-23 que participó en los Juegos Olímpicos de Beijing, donde ganaron la medalla de oro. En la final, Argentina venció a Nigeria 1-0 con un gol suyo, el primero de los cuatro que marcaría en un partido decisivo con la camiseta albiceleste.
Al igual que Lionel Messi, Di María fue campeón mundial sub-20 y campeón olímpico, pero desde 2008 experimentó frustraciones en la Selección Mayor. Incluso fue duramente criticado por una parte de la prensa y los aficionados debido a sus lesiones recurrentes en partidos importantes. Sin embargo, nunca se rindió.
La trilogía de títulos en 2021-22 lo colocó en un lugar privilegiado en la historia de la Selección. Marcó el gol de la victoria en la final de la Copa América 2021 contra Brasil en el Maracaná, anotó uno de los tres goles ante Italia en la Finalísima 2022 en Wembley y contribuyó con el 2-0 contra Francia en la final del Mundial de Qatar. Después de Messi, es el jugador argentino con más títulos en la historia y el cuarto con más presencias en el seleccionado argentino.
Con la Copa del Mundo en sus manos, Di María sintió que todo su esfuerzo había dado frutos. Valió la pena el sacrificio, los momentos difíciles, las críticas, el apoyo de su familia y nunca rendirse, tal como le enseñaron desde pequeño en la humilde casa de la calle Perdriel, donde comenzó una película con un final feliz.