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    Escenas del crimen

    Hermanos Schoklender

    Un plan para matar a mamá y papá

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    El 30 de mayo de 1981, dos chicos que jugaban vieron que algo chorreaba del baúl de un Dodge Polara estacionado en Coronel Díaz al 2500, frente al parque Las Heras. Era un hilo de sangre de los cuerpos de Mauricio Schoklender (53) y Cristina Silva Romano (49), víctimas del parricidio más escalofriante de la historia criminal argentina.

    Schoklender Polara

    El Dodge Polara fue abandonado en Coronel Díaz al 2500, con los cuerpos del matrimonio Schoklender en el baúl. Archivo Clarín

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    Por el caso fueron condenados a perpetua los hijos varones del matrimonio, Sergio y Pablo, que ya quedaron libres. Cómo están hoy los sitios clave de un caso que, 40 años después, sigue causando impacto.

    La escena hoy

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    Mariano Gaik Aldrovandi

    Un barrio elegante, un auto icónico y el anonimato de una ciudad grande. Un pacto criminal, un crimen horrible y una fuga de película. Hay historias increíbles que pasaron a la vuelta de la esquina. Aunque ya no se ven, siguen guardadas en la memoria colectiva de Buenos Aires.

    La casa donde ocurrió el parricidio más impactante de la historia criminal argentina es una más de la cuadra. Tres de Febrero 1480, Belgrano, piso cuarto. Por afuera casi nada cambió.

    El edificio tiene nueve pisos, un hall blanco y luminoso -que antes era revestido en madera marrón- y a la derecha una rampa que baja a un garaje subterráneo. De allí salió el Dodge Polara con los cuerpos de Mauricio Schoklender (53) y Cristina Silva Romano (49) en el baúl. Era el 30 de mayo de 1981.

    Los vecinos que viven hoy en este edificio no quieren saber nada con aquello y reniegan de los que todavía siguen yendo al lugar a preguntar sobre cuestiones inconvenientes para la reputación de la vivienda colectiva. Todavía se acuerdan del día en que la producción de Chiche Gelblung metió un Dodge Polara de culata para representar la salida de los hermanos con los cadáveres.

    Por adentro el lugar es otro mundo. En casi 40 años ya pasaron al menos dos propietarios distintos a los protagonistas de esta historia: la familia Schoklender. La casa del parricidio es completamente diferente, ya que cada uno que pasó por allí la reformó a su gusto. Por eso, el living donde Cristina y Sergio charlaban cuando Pablo apareció por atrás y le pegó con un fierro en la cabeza a su madre ahora es diferente. Lo que sigue igual, salvo detalles decorativos, es el dormitorio en el que los dos hermanos atacaron a Mauricio, donde dormía. También lo golpearon con una mancuerna de acero y le hicieron un torniquete con una sábana para asegurar el resultado letal.

    Apenas unas horas antes, Sergio había ido junto a sus padres y su hermana Ana Valeria, entonces de 19 años, a festejar su cumpleaños 23. Pablo, de 20 en ese momento, no había ido porque estaba peleado con Mauricio y Cristina y desde hacía unos días vivía en una pensión.

    Fotos del caso Schoklender

    Cristina Silva Romano (49) y su marido, el ingeniero Mauricio Schoklender (53). Archivo Clarín

    Fueron a cenar a la Costanera Norte, a un carrito del estilo de los que había allí en la década del '80. Ya no existe más. Como referencia, en el lugar ahora funcionan Rodizio y Gardiner, que se instalaron en ese sitio en 1989. De ahí volvieron para la casa, donde los esperaba Pablo escondido en un placard.

    El primer capítulo de esta historia termina en Coronel Díaz 2459, frente al parque Las Heras. Ahí es donde el Dodge Polara bordó se convirtió en un mal augurio. Unos chicos que jugaban a la pelota vieron que del baúl chorreaba sangre. A un portero le pareció lo mismo y llamó a la Policía.

    Pasaron varias horas hasta que los agentes de la Federal pudieron abrir el baúl del auto. Tuvieron que detonarlo porque no había caso. Adentro, el hallazgo macabro. Dos cadáveres envueltos en sábanas, con toallas y bolsas de nailon negra en sus cabezas. Ponerle nombre y apellido a las víctimas también requirió tiempo.

    Los dos estaban vestidos con sus pijamas, maniatados y con signos de haber sido golpeados brutalmente. El ingeniero, que trabajaba en el Grupo Pittsburgh, tenía la cabeza destrozada.

    Fotos del caso Schoklender

    Silva y Schoklender se conocieron en enero de 1955 en un boliche porteño. Se casaron (sin ceremonia) y en julio se fueron a Tandil.

    Fotos del caso Schoklender

    La pareja tuvo tres hijos: Sergio Mauricio, Pablo Guillermo y Ana Valeria. Archivo Clarín

    La historia

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    Con Mauricio Schoklender y Cristina Romano identificados como víctimas, la historia explotó en los diarios cuando los investigadores señalaron a sus primeros sospechosos: sus hijos. La tercera hija del matrimonio, Ana Valeria, quedó afuera de la acusación.

    Las primeras conclusiones de los peritos fueron que el matrimonio había sido asesinado en su casa, la madrugada después de la cena en la Costanera. Sin que nadie lo supiera, esa noche Pablo volvió a la casa y esperó hasta la madrugada en silencio. No vivía con su familia desde que había intentado prender fuego la habitación de sus padres con ellos adentro. Por eso para la Justicia el crimen fue planificado por Pablo.

    El menor de los dos hermanos se había escondido en la casa y despertó a su hermano. Fueron a hablar al living hasta que Cristina, que estaba alcoholizada, salió de su habitación. Entonces Pablo se escondió en un placard. Mientras ella hablaba con Sergio, sucedió lo que la Justicia dio por probado en el expediente: el golpe en la cabeza a traición con una barra de acero macizo. El ataque de Pablo siguió en el piso. Sergio estranguló a la mujer con las mangas de una camisa.

    Fotos del caso Schoklender

    Pablo nació el 6 de febrero de 1961. Sergio, el mayor de los tres, el 30 de mayo de 1958. Archivo Clarín

    La secuencia continuó en el cuarto donde dormía Mauricio. Otra vez los golpes hasta romperle todos los huesos del cráneo -menos el parietal derecho- y la asfixia, en este caso con una soga y una barra de acero como torniquete para apretar el cuello.

    El paso siguiente fue el encubrimiento. Con sábanas y bolsas se las rebuscaron para llevar los cuerpos de sus padres hasta la cochera y meterlos en el baúl del Polara. En el medio, montaron una escena con valijas para decir que sus padres se estaban por ir de vacaciones.

    Con el doble homicidio consumado, Sergio y Pablo iniciaron el plan para ocultar los cuerpos. Los envolvieron en sábanas, les taparon la cabeza con bolsas y los bajaron hasta la cochera, alrededor de las 6 de la mañana. Más tarde, el auto apareció estacionado frente al Parque Las Heras. En el medio se cruzaron con el portero del edificio, de apellido Casanova, que les preguntó si andaban en algo raro. “Te vas a enterar por los diarios”, le respondió Sergio, desafiante.

    Otro testimonio que consta en la causa es el de la novia, Nancy Plecel, que declaró que el día anterior Pablo le dijo que iba a ver a Sergio a la medianoche para hacerle un regalo de cumpleaños. Al otro día, cerca de las 14, los novios se volvieron a ver y él le dijo: “Terminamos con los viejos”.

    Como parte del plan, los dos hermanos empezaron a juntar plata para solventar la fuga. A un empresario que trabajaba con Mauricio Schoklender le pidieron, de parte de él, 5.000 dólares.

    Fotos del caso Schoklender

    Sergio cayó cerca de Mar del Plata tras un periplo a caballo. Fue el 4 de junio de 1981. Archivo Clarín

    Así se fueron a Mar del Plata. El primero en llegar fue Sergio. Tomó un taxi y le preguntó al chofer si conocía alguna prostituta. Después, fue hasta el albergue transitorio “Tops”. Más conocido por su slogan “La universidad del amor”, el hotel está ubicado en el sur de la ciudad, frente al cementerio parque.

    Al otro día, el 1° de junio, llegó Pablo. Los dos hermanos entonces se registraron en el Gran Hotel Dorá de 4 estrellas, ubicado frente a la Playa Bristol. Para ocultar sus identidades usaron un apellido falso: Fogel. Hoy el hotel está en manos de otros dueños.

    Con las fotos de los dos en las tapas de todos los diarios como los criminales más buscados, Sergio y Pablo Schoklender apenas estuvieron un día en Mar del Plata.

    Lo suficiente para barajar distintas alternativas para seguir con la fuga. Uno de los intentos fue alquilar un avión que los llevara a Uruguay.

    En el medio convencieron a un empresario publicitario sobre que estaban por lanzar una línea de embarcaciones y le pidieron dinero y modelos full time para hacer una campaña. Pero la situación no daba para más. Su apellido estaba en boca de todos, lo repetían en la radio y se veían en los noticieros. Que los descubrieran sólo era cuestión de tiempo.

    Fotos del caso Schoklender

    Pablo fue detenido el mismo día en la localidad tucumana de Ranchillos. Archivo Clarín

    Al día siguiente, Pablo se subió a un ómnibus. Primero fue a Rosario, después siguió rumbo al Norte. Ya sabía lo que iba a hacer: intentar cruzar la frontera hacia Bolivia.

    Sergio también encaró hacia el Norte, pero mucho más próximo. Llegó al Viejo Almacén de Cobo, un almacén de ramos generales construido en 1930 y ubicado sobre la ruta 2, en el kilómetro 383.5. Clarín visitó el lugar 39 años después. Hoy es un asador criollo, para muchos una parada obligada en el medio de la ruta. Su dueño actual es Néstor Valenzuela, que no es el mismo propietario de entonces pero conoce bien la historia.

    “Llegó tipo siete de la tarde, oscureciendo. Comió y la gente que estaba acá le alquiló una habitación”, cuenta ahora Valenzuela.

    “Supuestamente él venía de Mar del Plata. Se volvía a Capital, pero por todo el revuelo que se había armado, se arrepiente y se baja en Vivoratá”, contó el dueño del Viejo Almacén.

    Vivoratá es una localidad muy pequeña de Mar Chiquita, a 40 kilómetros de Mar del Plata. “Se encuentra con la nada, pasa por un almacén viejo, había caballos atados afuera y preguntó si alguien no le vendía uno”, dijo Valenzuela. Con ese caballo volvió unos 10 kilómetros para atrás, hasta Cobo.

    En el almacén de ramos generales comió el sandwich de milanesa y después pidió la habitación. Las alarmas se encendieron cuando los dueños vieron que Sergio tenía un bolso lleno de dinero y pagó mucho más de lo que le cobraban por la comida y el hospedaje. Se dice que un camionero es el que relacionó a ese hombre enigmático con el que protagonizaba todas las noticias. Hay otra versión que sostiene que, pasado de alcohol, Sergio contó que él era el autor del parricidio.

    “Los dueños esperaron a que se durmiera, fueron, lo ataron a una cama, llamaron a la Policía y lo detuvieron”, contó Valenzuela. La versión que circula en Cobo es distinta a la conocida popularmente que dice que a Sergio lo ataron, lo encerraron en un galpón y lo interrogaron. Que cuando llegó la Policía, a la mañana siguiente, descubrieron que Schoklender había logrado soltarse y escapar. Y que la captura se concretó en la mañana del 4 de junio, abajo de un puente.

    Fotos del caso Schoklender

    En 2012, Sergio fue detenido nuevamente acusado de armar una asociación ilícita para estafar al Estado.

    Fotos del caso Schoklender

    Los dos hermanos eran apoderados de la Fundación. Archivo Clarín

    En su libro “Infierno y resurrección”, Sergio Schoklender sostiene que después de que lo descubrieron, le ofreció 2 mil dólares a uno de los que lo vigilaban. Y que después escapó a campo traviesa.

    “Corría enloquecido hasta que, en un resbalón, noté que iba dejando huellas clarísimas: había estado lloviendo dos días seguidos y la ruta era de tierra. Trepé a un alambrado que parecía bastante firme y recorrí así un buen trayecto. Cuando sentí que las fuerzas se me agotaban, me metí en un campo, bien adentro”, escribió.

    Sergio fue detenido a las 4.30 del 4 de junio por una patrulla de Coronel Vidal. Pasó la noche en la delegación marplatense de la Policía Federal y, en medio de extremas medidas de seguridad, lo subieron a un patrullero y lo trasladaron al aeropuerto.

    “Cuando yo vine en el '99 había fotos, las dejé porque eran relacionadas con lo que había sucedido con uno de ellos. Pasó el tiempo, abrí la parrilla y la gente por ahí venía y decía quiero ver porque acá agarraron a los Schoklender. La gente cree que eran los dos, pero en realidad era uno solo”, dijo Valenzuela a Clarín.

    “Entonces venían a ver las fotos y eso. Un día me cansé un poco de esa historia y me dolió porque yo la viví también, yo era joven en esa época, una historia triste. Me pareció que no era relacionada con el negocio que yo quería hacer. Entonces agarré, saqué las fotos y las quemé. Es la verdad, no quería que el Almacén de Cobo se conociera por esa situación”, sentenció.

    Ese mismo día cayó Pablo, en la localidad de Ranchillos, Tucumán. También había conseguido un caballo con el que quiso ir hasta Bolivia.

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    En 2012, Sergio fue detenido nuevamente acusado de armar una asociación ilícita para estafar al Estado.

    Una fuga frenética a caballo y por el campo

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    De chicos, a los Schoklender no les faltó nada. Fueron a los mejores colegios, viajaron, gozaron de una infancia de muy buen pasar económico. Pero había algo roto en la relación con sus padres, especialmente en la de Pablo con Cristina.

    “Mi madre era alcohólica y adicta a las pastillas. Cuando perdía el control, le hacía insinuaciones sexuales a Pablo", le dijo a la Policía Sergio Schoklender. Ese primer testimonio empezó a sufrir variaciones cada vez que Sergio declaraba ante los investigadores. Una vez dijo que había sido él solo el asesino. Otra, se desligó de todo y relató que los verdaderos asesinos estaban vinculados al negocio ilegal de las armas. La empresa en la que trabajaba Mauricio tenía contratos con la dictadura argentina en la producción y adquisición de material bélico. Para reforzar esa hipótesis, Sergio dijo que los habían torturado y amenazado de muerte si contaban la verdad.

    En su libro “Yo, Pablo Schoklender”, escrito durante su detención en la cárcel de Devoto, él mismo cuenta sobre el trauma que le provocaba ver a su madre semidesnuda pasearse por la casa, hablar con total liviandad sobre temas sexuales y situaciones en la habitación en la que la mujer se le aparecía en la madrugada en el cuarto para hablar de sexo. “Mamá, nunca llegué a quererte”, le dice Pablo a Cristina en una de las cartas que hay en el libro.

    “Más allá del desprecio por la vida de sus padres, el modo alevoso y la forma de darles muerte, primero a garrotazos, terminando por estrangularlos pone en evidencia la insensibilidad física y moral con que actuaron”, sentenciaron los jueces de la Cámara Nacional de Apelaciones en el fallo condenatorio a los dos hermanos, en abril de 1986.

    Como lo vió la prensa

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    En marzo de 1985 la jueza de primera instancia Marta Lopardo -fallecida en 2009- había condenado a prisión perpetua a Sergio y absuelto a Pablo.

    Por eso el tribunal de segunda instancia, integrado por los camaristas Liliana Catucci, Carlos Tozzini y Eduardo Vila, revisó el fallo y condenó al otro hijo de las víctimas. “La premeditación de Pablo en los dos crímenes y la previa deliberación de ambos en la del padre, revela la ausencia de los sentimientos naturales más profundos, así como la frialdad como los llevaron a cabo, no habiendo demostrado en momento alguno el más mínimo arrepentimiento”, sostuvieron.

    Fotos del caso Schoklender

    Pablo se instaló hace cinco años en Paraguay y usa su apellido materno, Silva.

    Fotos del caso Schoklender

    Sergio estuvo envuelto en un escándalo judicial con la Fundación Madres de Plaza de Mayo y su titular, Hebe de Bonafini. Archivo Clarín

    En qué andan hoy

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    Sergio, que se recibió de abogado y psicólogo en prisión, consiguió la libertad condicional en 1995 al cumplir dos tercios de su condena. Pablo consiguió salidas laborales en 2001.

    Los dos hermanos volvieron a estar en la escena mediática cuando estalló el escándalo de “Sueños Compartidos” en 2011. Sergio y Pablo Schoklender eran apoderados de la Fundación Madres de Plaza de Mayo y están acusados, junto a otras 20 personas, del desvío de fondos públicos para la construcción de viviendas sociales.

    El caso fue elevado a juicio el año pasado y todavía no tiene fecha. Entre los acusados, además de los Schoklender, están los ex funcionarios Julio De Vido, José López y Abel Fatala y otros 17 imputados.

    Lo último que se sabe de los dos hermanos es que Sergio estaba viviendo en la localidad santafesina de Pérez. Pablo, en cambio, se instaló hace cinco años en Paraguay y usa su apellido materno, Silva. Los dos siguen vinculados al rubro de la construcción, el mismo que los llevó a estar nuevamente involucrados en una causa penal.

    Sergio tiene una hija en Tucumán y recién 11 años después de su nacimiento aceptó someterse a un ADN que dio positivo. Se llama Madeleine Camille y lleva el apellido de su madre, Belén Schneer. La mujer lo conoció en 1995, cuando Schoklender fue a presentar un libro a esa provincia.

    En cuanto a Ana Valeria (58), desde el primer momento fue desvinculada del parricidio. Tiempo después cambió su identidad y sólo se conoce que vive en "un barrio de clase media".

    Después de las autopsias, los restos de Mauricio y Cristina Schoklender ingresaron al cementerio de la Chacarita. Fueron enterrados juntos en una tumba en la sección 15 manzana 7 tablón 16 sepultura 15 gracias a la colaboración de un primo de la mujer, Carmelo Romano.

    Un video de 1985, después del fallo de primera instancia que absolvió a Pablo, lo muestra visitando la tumba de sus padres. Se mantiene en silencio ante las preguntas insistentes de un periodista que presenció el momento y la cámara que lo encuadraba en primer plano.

    Hoy las tumbas de Mauricio y Cristina no están más allí. Al igual que la mayoría de las que había en ese sector, fueron levantadas. Según pudo saber Clarín, después de cumplido el plazo establecido por la Ley Mortuoria los restos fueron depositados en el osario común de Chacarita.

    Hoy el apellido Schoklender aparece en los resultados de noticias por la causa de corrupción de “Sueños Compartidos”. Con condenas cumplidas, lugares que ya no son y recuerdos borrados, el parricidio es una historia de otro tiempo que se esconde en el placard de los casos más resonantes de la historia criminal argentina.

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    Créditos

    TEXTOS / Mariano Gaik Aldrovandi

    PRODUCCIÓN / Guillermo Villareal

    EDITOR / Esteban Mikkelsen Jensen

    DISEÑO Carlos Vazquez, Ariel Katena

    DESARROLLO / Ariel Katena

    EDICIÓN DE FOTOGRAFÍA / Cecilia Profético

    INFOGRAFÍA / Laura Tedesco

    ILUSTRACION / Hugo Horita

    EDITOR DE PROYECTOS VISUALES / Carlos Vazquez

    EDITOR DE CONTENIDOS ORIGINALES / Héctor Gambini